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La revolución capitalista fue obra de un tipo humano que participó del espíritu del Renacimiento: el burgues capitalista. En el individualismo, la voluntad de poder, la necesidad de expansionarse en la acción y la creación de empresas económicas de un tipo nuevo son algunas de sus caracterísiticas.
También el burgues capitalista posee, desde luego, el espiritu de empresa, el afán de riesgo y de la conquista. Es un organizador que sabe resumir cierto número de hombres y hacer que trabajen, coordinando sus esfuerzos en busca de mayor eficacia. Es un hombre de negocios dotado de poder de sugestión, que sabe influir decisivamente en los hombres.
La riqueza se alcanza gastando poco. El ahorro es la primera virtud, una cosa sagrada. Debe hacerse extensivo a las fuerzas del tiempo, empleadas de modo racional para obtener el mayor rendimiento. Es preciso huir de la ociosidad, de distribuir bien el tiempo libre de las mañanas en las ocupaciones, evitar las diversiones y las distracciones, la caza, los banquetes, las recepciones, las amistades demasiado numerosas y examinar por la tarde el empleo de la jornada. La vida debe organizarse racionalmente en vista de las ventajas comerciales. El burgués posee moral: fidelidad a los contratos y convenciones, su distincion y sus modales que aseguren el crédito: vida ordenada, ni bebe ni juega, ni tiene amigas, asiste regularmente a oficios religiosos.
Dentro del espíritu racionalista el método característica del burgués se funda en el cálculo. Expresa todas las manifestaciones de la actividad humana en números, con los cuales compone sistemas de gastos e ingresos. Tienen constanetemente la pluma en la mano para consignar por escrito todas las transacciones, todos los contratos, todas las entradas y salidas de dinero.
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